sábado, 28 de diciembre de 2013

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La mala nochebuena de María

Noches buenas hay muchas, pero nochebuena solamente la del 24 de diciembre. Y para algunos, como María Antonia, la nochebuena no es tan buena.
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Foto Pax/Elizabeth Rivas
EL SALVADOR - El centro histórico de San Salvador se inunda de personas cada vez que se asoma diciembre, y sobre todo el día 24. En cada calle y avenida se congregan al menos cinco tipos de personas.
Están las que quieren vender, entre las que figuran niños y niñas que se pasean con dulces y ropa. Están las que quieren comprar, cuya preocupación es encontrar a un buen precio ropa y comida. Los policías que cuidan el orden público, que para este 2013 han sido desplegados 300 agentes, según lo reporta la Policía Nacional Civil (PNC) y en contraste están los que buscan oportunidad de robar. Y los menos, los últimos e ignorados también están allí, los indigentes.
Los indigentes representan al menos el 17.3% de la población salvadoreña, según lo detalla el Informe del panorama social de América Latina 2010 que presentó CEPAL, y representan también lo que algunos políticos y funcionarios públicos olvidaron.
María Antonia Henríquez es parte de ese porcentaje de indigencia. Tiene 99 años de edad, lo que no tiene es eso que algunos llaman “vida”, ella lo que tiene es existencia. No tiene qué comer, pero sí tiene dos estómagos que alimentar, el de ella y el de su hijo de 70 años que se pasa la existencia sobre una silla de ruedas improvisada.
A María la encontramos sentada sobre las gradas de Catedral Metropolitana de San Salvador, justo allí donde personas entran y salen del templo. En ese lugar donde se supone todos son un poco más misericordiosos porque se encuentran con Dios, pero la realidad es otra.
—Mire, aquí la gente pasa y pasa. A veces ni me ven, son unos poquitos los que me ayudan. Son unos poquitos los que me dan centavitos— nos dice María.
—¿Y dónde vive?— preguntamos.
—Mire yo vivo con mi hijo en la vía del tren en Santa Marta y vivo en ese lugar desde la muerte de Monseñor Romero. Hace más de 30 años.
—Y para venirse hasta acá ¿cómo hace?
—Cuando no me levanto enferma y me siento bien, una señora por $3 me trae en la mañana y me lleva en la tarde.
—A parte de esa persona ¿quién más le ayuda?
—Nadie. Ni los vecinos. Es que también son pobres. Solo hay una señora evangélica que al tiempo nos visita y lleva algo de comer. Pero también ella es pobrecita. Hace un tiempo, un canal de televisión me hizo un video y solo esa vez me ayudaron. Como nos mojábamos cuando llovía, nos regalaron unas láminas. 
—¿Y cuando usted se enferma tampoco la ayudan? ¿nadie?
—Nadie. Cuando uno se enferma solo Dios con uno.
—María, hoy será nochebuena ¿cómo la va a pasar?
—Como todas las noches, con hambre.
***
María sobrevive con las pocas monedas que las personas en el centro histórico de San Salvador le dan. No tiene más que eso. María no tiene lo suficiente para preparar una cena de nochebuena, tampoco tiene ya la fuerza para hacerlo. Es que añadido a su indigencia también es una persona de la tercera edad
***
—María, si alguien quisiera ayudarla ¿cómo puede hacerlo?
—Mire, yo lo que necesito es comida para mi hijo y yo. Alguien se compadeciera de mi y me ayudara siempre.
—¿cómo se pueden contactar con usted? ¿dónde pueden buscarla para ayudarla?
—Mire, yo siempre estoy acá en estas gradas de Catedral. Aquí me pueden encontrar.
—María, espero que la gente pueda hacerlo, para que usted jamás tenga noches malas. Que todas sean noches buenas.
—Ojalá que sí. Ojalá que la gente me escuche, me ayude. Ya no pase de largo.
***
María espera que alguien la ayude. María quiere como todos una nochebuena. Ya no quiere más noches malas, ya no quiere solo existir, quiere vivir. María no es lo que Dios olvidó, María es lo que la iglesia políticos y funcionarios públicos olvidaron.

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