domingo, 15 de diciembre de 2013

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Fui pandillero y hoy soy pastor

Les comparto esta plática con un ex palabrero de la Mara Salvatrucha (MS) que tuve para Pax Noticias
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Muchos dicen que salirse de una pandilla es imposible, que solamente la muerte puede otorgar el permiso de apartarse de la pandilla. Que incluso la muerte solo saca de las calles a los que se lleva, pero que aún bajo tierra siguen siendo pandilleros y que por lo tanto, ni en vida ni en muerte, nadie puede salirse de la pandilla. Pero… ¿Y si no todos los pandilleros quieren seguir dentro de la pandilla? ¿Y si alguno encontró un nuevo rumbo para su vida y quiere salir de ese mundo? ¿Existirá alguien que desafiando las reglas viva para contar que ya no es pandillero?
Muchos dicen también que en El Salvador hay algunos jóvenes que en un tiempo estuvieron activos en las pandillas y que hoy se han apartado. Que encontraron una de las pocas formas de escapar de su clica. Se hicieron cristianos y ahora asisten a una iglesia evangélica en donde testifican a cuantos pueden que hoy son distintos, que el Dios en que creen los ha cambiado.
Quisimos conocer de cerca este fenómeno. Quisimos acercarnos a ex pandilleros y conocer cómo lograron escapar del mundo en que estaban por medio de su fe. Y esta es la primera de las pláticas que hemos tenido con ellos.
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La mala fama del Distrito Italia, en Tonacatepeque
Entrar al Distrito Italia en estos días no deja de dar temor, no tanto por los murales en donde la Mara Salvatrucha ha firmado con sus dos letras (MS), ni tampoco porque en cada esquina es evidente la presencia de adolescentes con pinta de pandilleros que hacen las veces de “postes”—encargados de vigilar y notificar a los jefes de pandillas quién entra y sale del lugar—, sino porque el Distrito Italia se ha ganado una mala fama que no tan fácilmente podrá quitarse.
Esa mala fama ha sido forjada por la atención mediática que ha recibido al vomitar de entre sus tierras a muchos desaparecidos. A esos que alguna vez simplemente desaparecieron sin dejar rastro y que tiempo después fueron encontrados, por las autoridades, enterrados en cementerios clandestinos utilizados por la pandilla para esconder a sus asesinados.
Incluso uno de los periódicos matutinos publicó, en 2011, que vivir en el Distrito Italia era vivir sobre tumbas clandestinas. La nota decía que “la mara Salvatrucha ha hecho del Distrito Italia un bastión del que ni la presencia de la Fuerza Armada ha logrado ahuyentar a los delincuentes”. Uno de los casos más impactantes es el del cadáver de una niña de 13 años encontrado semi enterrado en el patio de una casa… y así podemos mencionar muchos casos más, sin el ánimo de hacer creer que solo en ese lugar hay cementerios clandestinos.
Pero en ese lugar de muchas historias de terror, violencia y sangre, también hay historias que nos provocan pensar que no todo está perdido, que todavía hay esperanza. Estas historias son las que los grandes medios que hablan de violencia han ignorado, pero que Pax Noticias no.
Una de esas historias es la de Will (seudónimo), un ex pandillero del lugar. Más bien, según él, fue el palabrero—el que lleva la palabra (cabecilla) de una clica— y fundador de la clica ”City Paraíso Ganster” que opera en el Distrito Italia.
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Will y su inicio en la MS
Una tarde de noviembre llegamos al Distrito Italia, justo cuando el sol está en su apogeo y quema, para platicar con Will y que nos explicara cómo se salió de la pandilla.
Lo encontramos sentado sobre una silla de plástico bajo la sombra de un almendro tomando una sopa de frijoles junto a un grupo de jóvenes y señoritas que también comían con él mientras reían. Como cualquier almuerzo de barrio, de gente pobre que disfruta su sopa y que cualquiera lo ve normal, salvo porque la mayoría del grupo tenía evidentes tatuajes en el rostro, los brazos, el pecho… alusivos a la Mara Salvatrucha.
— ¡Estoy por terminar mi sopa! Ya los atiendo —Nos dijo.
Minutos después nos invitó a pasar a una casa convertida en iglesia. Limpió un par de sillas de plástico y nos sentamos a platicar.
— Will ¿cómo se involucró usted en la pandilla? —Iniciamos la conversación.
— Entre mis hermanos había uno que yo admiraba, y no porque tuviera una carrera universitaria sino porque la gente lo respetaba. Era bueno para meter el cuchillo y la gente le tenía miedo y eso me gustaba —comenzó a responder.
—¿Cuántos años tenía en ese entonces?
—Tenía siete años para ese tiempo. Mi hermano se llamaba Marvin Francisco, lo apodaban el “pepino”. Era bueno para bailar y para tomar y oler pega y yo quería parecerme a él.
—¿Todavía vive?
—No, ya lo mataron. 
—¿Qué pasó por su mente cuando se enteró que lo mataron?
—Yo ya estaba en la pandilla, ya tenía 6 años de estar en la pandilla. Ese día de la vela me agarraron, me agarró la policía y me fui preso por tres años, más adelante le cuento sobre eso. Le decía que admiraba a mi hermano, él era de la mara Gallo.
—Así que usted inició en la mara “Gallo”…
—No, lo que pasa es que por aquellos entonces vino eso de la MS y la 18. En mi colonia, el Paraíso del Barrio Lourdes, llegaron los de la MS con la idea de meter muchos jóvenes en la pandilla. Al principio nos juntábamos para oler pega, y unos de ellos habían ingresado a la pandilla y entonces me entró curiosidad y fui hablar con el palabrero y le dije que quería ingresar y ya él me dijo cómo.
—¿Qué tenía que hacer para entrar?
—Al principio no había entendido. Me dijeron que tenía que agarrarme con alguno de ellos…
—¿Agarrarse?
—Sí, a golpes. Y entonces me dijo que me pusiera en el centro de ellos y le dijo a cinco que me cayeran encima y desde la primera patada perdí el conocimiento en esos trece segundos en que todos me golpearon.
—¿Ese era el ritual para ingresar a la pandilla?
—Sí, me pegaron una buena tunda, para que no me acuerde fue buena tunda. Cuando desperté tenía los pómulos pegados a las cejas, no podía abrir los ojos. Hinchado de la cara, escupiendo sangre por la boca y la nariz. Me fracturaron la clavícula. Esa fue la vez que ingresé a la pandilla sin saber que tenía un rival. Y al ver que cayó uno de los de mi pandilla comenzó a crecer un odio en mi corazón, como queriendo vengar la muerte de mi amigo. Así fue como fui tomándole cora al barrio en el año 1990 cuando ingresé a la pandilla.
—¿Ese rival del que me habla es la pandilla contraria? ¿La del barrio 18?
—Sí. La cosa es que nosotros vivíamos en la colonia El Paraíso y abajo estaba la colonia Peralta donde habían levantado la otra pandilla. Y nos agarrábamos seguido, casi todos los días nos agarrábamos a pedradas, machetazos, con papas hechizas…
—¿En esos entonces todavía no ocupaban mucho las armas de fuego?
—No. En esos entonces solo se veían en los cabecillas que habían sido deportados del norte. Las enseñaban. Ya como en el 92 los demás teníamos acceso a las pistolas calibre 38, la tres ochenta, la nueve milímetros, la cuarenta y cinco.  Y ellos mismos nos enseñaban a nosotros cómo cargarla, armarla y desarmarla.  Nos enseñaban a desarmar un fusil y volver armarlo en unos 20 minutos. Quien tenía más agilidad lo armaba en menos. Nos enseñaban cómo apuntar….
—Y a los del norte ¿quién les había ensañado?
—Allá en los Estados Unidos aprendieron, venían deportados de Los Ángeles. Pero bien, años más tarde nos llegaron a notificar en la colonia El paraíso que teníamos que trasladarnos para el Distrito Italia.
—¿Quién les notificó?
—El gobierno movilizó la colonia El Paraíso para el Distrito Italia por ser una colonia en alto riesgo.
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Proyecto Distrito Italia
El Distrito Italia es una comunidad popular de Tonacatepeque, cerca de Apopa. Está ubicada casi en medio de la nada, y solo se pasa por ella cuando alguien se dirige al centro de Tonacatepeque.
Su nombre, “Distrito Italia”, nace porque su construcción fue financiada por Italia después de los terremotos del 2001 cuando muchas personas de escasos recursos quedaron sin vivienda. La gestión inicial estuvo en manos del presidente Francisco Flores, quien anunció que el proyecto incluía parques, talleres, guarderías, un centro comercial, almacenes, tiendas y hasta un hospital de segundo nivel. 
El tiempo ha transcurrido, la comunidad se construyó y la gente se pasó a vivir ahí. No obstante, toda la infraestructura complementaria solo quedó en el papel y en promesas de la gestión de Francisco Flores. ¿Por qué no se concluyó el proyecto del Distrito Italia? ¿Por qué han pasado ya más de doce años y no tenemos certeza de qué pasó al respecto? Son preguntas que requieren una investigación periodística y sobre todo judicial para conocer su respuesta.
Por su parte, Will y su familia resultaron beneficiados con una casa en el Distrito Italia, como otras familias más. 
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Así inició la clica “City Paraíso Ganster”, en el Distrito Italia
En El Salvador se funda una nueva comunidad y como efecto dominó también se funda una clica de alguna pandilla en ese lugar. En el Distrito Italia, según Will, la clica se fundó así:
—Cuando nosotros llegamos al Distrito Italia no había maras. Veníamos 4 que ya éramos de la MS, de la clica City Paraíso Ganster. Comenzamos a reclutar jóvenes y a brincarlos para que ingresaran a la mara. 
—¿Ustedes venían con la misión de fundar esa nueva clica en el lugar? 
—Sí, pero no porque algún jefe o cabecilla nos dijo que lo hiciéramos, sino porque uno quiere que su mara se respete en todos lados. Entonces lo hacíamos casi por cuenta propia. 
 —¿Si usted y otros muchachos más iniciaron la clica aquí, se convirtieron en jefes o palabreros de los nuevos?
—Las cosas no funcionan así necesariamente. Pero sí, yo fui el palabrero de esta clica. Y tenía solamente 16 años de edad. Luego me llevaron preso y salí hasta que tenía 19.
—¿Por qué fue a parar a la cárcel?
—Yo andaba drogado y como loco, queriendo encontrar con quien quitarme la cólera y entonces agredí a un policía y me llevaron por lesiones y robo, le reventé el reloj de una sola vez. Ya había estado otras veces unos tres días, pero esa vez me pusieron tres años. Me llevaron para el penal de Tonacatepeque, y me metieron en el sector 2 que le llamaban el más “marquero”, donde tenían a los más problemáticos.
—Cólera… ¿Por qué estaba enojado usted?
—Ahora sí retomo lo que me preguntó hace un rato, eso fue lo que pasó cuando me enteré que habían matado a mi hermano. Yo quería venganza y por eso andaba enojado. 
—Ah ya… y podría relatar cómo eran las cosas en la cárcel de aquellos días…
—Imperaba la ley del más fuerte, aunque era la misma pandilla uno tenía que ganarse el respeto para poder vivir bien. El ambiente allá es diferente, las mañas que uno aprende adentro son nuevas y quizá hasta peores que las que uno aprende afuera. A uno le cambia la mente ahí. Hay quienes ahí reciben a Cristo, pero otros que se hacen peores.
—¿Y usted se hizo creyente adentro?
—En mi caso me hice peor. Ingerí drogas, me metí más a la pandilla, comencé a tatuarme más el cuerpo…
—Ahora muchos pandilleros ya no se hacen tatuajes en la cara ¿Por qué usted sí?
—Es que yo pensé que nunca iba a salir de ese penal y por eso me manché toda la cara, mis brazos,  la espalda, el pecho, el estómago, mis manos… ya cuando cumplí la condena, salí del penal de Gotera. Y cuando salí, venía con una mente diferente, más abierta a la pandilla, o sea una mente de adulto.
—¿Mente de adulto? 
—Sí, y cuando salí, como yo había sido el palabrero, volví agarrar las riendas de la pandilla y a llevar una vida de drogadicción. Le hice mucho a la piedra, fumaba crack con marihuana revuelto. Llegué incluso a gastarme el dinero de la pandilla…
—¿Tuvo problemas por gastar el dinero de la pandilla?
—Sí, ya la pandilla no me miraba bien. Me miraban como alguien que estaba en contra. Pero he logrado entender que Dios comenzó a tratar con mi vida. Es que mi cuerpo estaba totalmente consumido por la piedra.
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Conversión de Will al cristianismo
 —Me dice que Dios comenzó a tratar con su vida desde ese momento ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo podría explicar ese proceso?
—En esos días mi hermano, al que apodaban el “Banji” que se había hecho cargo de la pandilla mientras yo estaba preso,  pidió permiso para calmarse un poco y buscar a Cristo. Él me decía que Cristo me amaba. Pero yo no quería nada de Dios. Yo sentía que nadie me quería, la pandilla se me había volteado y menos Dios me iba a querer así. Eso pensaba.
 —Es decir que llegó a un punto en el que ya no quería vivir ¿verdad?
—Yo lo que quería era asesinarme, morirme. Y lo menos que yo quería era que me dijeran que Dios me amaba. Y un día me encontré a mi hermano y me dijo que Jesús me amaba. Y él me dijo que Dios me iba a cambiar y que iba a orar y ayunar por mí tres días. Y fue en esos tres días que comencé a caer más hundido en el vicio.  Yo robaba a todos, incluso le robaba a mi mamá para la droga.
—A parte de hundirse más ¿sucedió algo? ¿algo que usted puede calificar de “divino” y planificado por Dios?
—El último día de ayuno y oración por mí, yo me metí en un problema con unos muchachos.
—¿De la mara?
—No, sino que de una banda. Supuestamente iban a venir a matarme y yo quise refugiarme en la mara para que me ayudaran, y me dejaron abandonado cuando yo más los necesité.  Recuerdo que tenía una granada en mi casa y la fui a sacar para esperar a que llegaran los de la banda. Y no me había fijado que venía la Policía y me agarraron.
Las maras y pandillas no son las únicas que aportan su cuota de violencia en El Salvador, como algunos ingenuamente creen. También hay bandas del crimen organizado que aportan más violencia que las mismas pandillas. Extraoficialmente, y como secreto a voces, se sabe que en el Distrito Italia —como en muchos otros lugares— existen bandas que operan desde ahí.
—Will ¿Cómo consiguió la granada?
—Era hechiza. Y en ese mismo día se cumplían los tres días de ayuno y oración de mi hermano. La policía me llevó preso y me condenaron a 8 años de prisión en Mariona. Me acusaron de tenencia, fabricación y distribución de armas.
—¿Podemos afirmar que ir nuevamente a la cárcel lo salvó de ser asesinado ese día?
—Sí, pero ahí en mariona solo me pasaban amenazando que me iban a matar. También llegaban las cartas de mi hermano diciendo que Dios me iba a cambiar y que me iba a sacar de la cárcel, y yo rompía las cartas. Me daba un coraje y las rompía porque no era posible que Dios me sacara de la cárcel si ya estaba condenado. En las cartas me decía “hay un pueblo, hay hermanos que claman por vos para que Dios te saque”.
—¿Quién lo amenazaba en la cárcel?
—La misma banda, los que estaban adentro. Como yo había caído preso en octubre, me decían que yo no iba a pasar de diciembre. Que me iban a volar la cabeza. Y yo deseaba que me trasladaran para otro penal.
 —Pero eso obviamente no era posible…
—No. El 31 de diciembre bien recuerdo, recibí mi visita. Comencé a llorar y le dije a mi madre que me sacara de ese penal porque yo sentía que me iban a matar. Ella se fue y en la noche cuando nos encerraron en el sector, para que pudiéramos andar dentro del sector de celda en celda, pensé que en la mera reventazón me iban a matar. A las doce la noche, yo acostado en una cama dije a Dios unas palabras que nunca había dicho antes.
—¿Qué le dijo a Dios?
—Me tapé los oídos para no escuchar la reventazón y a los vigilantes que tiraban balas al aire,  dije en la 26 alta del sector 2:  ”Dios, si verdaderamente existís, sacame de este lugar y yo te voy a servir”.
—¿Y usted cree que Dios lo escuchó?
—Yo sentí que alguien me había escuchado, era Dios. Y pasó esa noche y las semanas siguientes y no me mataron. Solo me llegaban las amenazas y siempre las cartas de mi hermano.
—Entonces se salvó otra de vez de la muerte…
—No solo eso. Un día andaban gritando mi nombre diciendo que yo iba para audiencia. Y yo decía: ¿cómo es que voy para audiencia si ya estoy condenado? solo que me hayan encontrado otro delito. Le dije al que gritaba mi nombre : ¿Qué pasa? ¿para me andaba llamando? Y me dijo que me preparara que iba a audiencia, que habían apelado a cámara. Y entonces me dijo un compañero de celda que no fuera porque a lo mejor me aumentaban algunos años en la cárcel. Pero fui.
Como siempre que Will fue a una audiencia, solamente estaba él con su madre, los abogados, el fiscal, el juez y para esta ocasión también los policías que lo habían detenido con la granada. Nadie más. 
El juez comenzó a sacar papeles y a leer las razones por las cuales Will estaba en la cárcel. Ya para concluir la sesión, el juez comenzó a leer un documento en el que se dictaba el futuro de Will. Él esperaba lo peor. Tomó la mano de su madre y la apretó. Su angustia era indescriptible, pues por la mente de una persona frente a un juez solo rebota la pregunta “¿cuántos años estaré en la cárcel?”.
No obstante, la resolución para el caso de Will fue inesperada. Contra todo pronóstico, el juez dijo el nombre completo de Will acompañado de un “queda libre”. Él no lo podía creer y le preguntó a su madre:
—¿Cómo dijo mamá?
—Que vas libre hijo —respondió jubilosa.
Él quedó atónito. Pero lo sacaron del lugar y solo hasta que subió al bus de regreso a casa, creyó lo que estaba pasando. Mientras regresaba, con su cabeza reclinada sobre el cristal de la ventana del bus, pensó que lo mejor era celebrar con droga su libertad. Pero en ese instante, él afirma que una voz le habló.
—Era Dios diciéndome: “Recuerda lo me dijiste en el penal, en aquella cama, que si yo te sacaba me ibas a servir”.
Minutos después al bajar del bus, se encontró con su hermano que iba para un culto.
—Cuando me vio pegó un gran “¡Gloria Dios!” fuerte y me dijo: “Ya viste lo que te dije, que Dios te iba a sacar y te iba a cambiar, vamos a la iglesia”. Y le respondí que andaba vestido como pandillero. Y entonces él con autoridad me dijo: “Dice el Señor: Venid a mi tal como estáis. Así como estás, Dios te ama. Así vamos”. Y yo le respondí “vamos pues” y me fui para el culto.
Al llegar al culto, se sentó en la tercera fila de sillas. El predicador comenzó su sermón en el que, según Will, lo describía a él. Comenzó a decir cosas que solamente él sabía sobre sí mismo y pensó que su hermano era un traidor y que le había contado a ese predicador su vida. Se sentía incómodo y quería que el culto terminara pronto. Entonces el predicador dijo:
—Dios me ha dicho que no siga predicando más.
Señaló a Will y continuó diciendo:
—Usted joven, dice el Señor que hoy lo reciba en su corazón.
Will, sin tener explicación alguna corrió al frente.
—Recuerdo que me puse de rodillas y sentía que algo me quitaban de encima, como que llevaba un quintal de maíz cargándolo por más de un kilómetro y que yo ya no aguantaba, entonces ahí sentí que alguien me lo quitó y sentí un alivio sorprendente, como que algo desapareció de mí y pasé como dos horas llorando. Y yo que había dicho que nunca iba a llorar delante de las mujeres, ese día estaba llorando como un niño chiquito delante de la presencia de Dios.
Will afirma que desde aquel día no necesita drogas e incluso tampoco quiere pertenecer nunca más a la pandilla. 
—No necesito nada. En Cristo lo tengo todo.
—Pero Will ¿Qué pasa en la pandilla cuando alguien dice que es cristiano? ¿Cómo funcionan las cosas? ¿Qué pasó cuando usted dijo “Soy cristiano, me quiero calmar y ya no haré las cosas que hacía con ustedes”?
—Al principio hay quienes se oponen, verdad. Pero no son ellos, sino que el diablo que los utiliza para que uno se debilite. Pero como dice la palabra que en Cristo somos más que vencedores, ahí nos amparamos nosotros. Y después logran entender que es Dios quien lo llama a uno. Y sí, al principio se enojan, pero después entienden.
—Sí, pero… cuando alguien recibe a Cristo y ya no quiere estar activo en la pandilla ¿A quién tiene que pedir permiso para no tener problemas?
—A la verdad cuando yo acepté a Cristo, a nadie le pedí permiso. Se pide permiso solo cuando uno quiere calmarse. Es que cuando uno recibe a Cristo se tiene que abstener de juntarse con la pandilla, y ya cuando ellos preguntan, uno les dice lo que ha pasado. Y hay quienes se oponen, pero conforme el tiempo se tienen que adaptar al llamado que Dios le ha hecho a uno.
Will expresa que se siente bien y que no tiene problemas con los pandilleros del Distrito Italia. Que incluso le permiten pastorear una iglesia pequeña en la que atiende a otros muchachos que también quieren salirse de la pandilla y buscar a Dios.
—¿Puede explicarnos cómo cree usted que Dios lo llamó a pastorear estos jóvenes que han estado en la mara?
—Conforme va pasando el tiempo y las experiencias que uno tiene en Dios, uno va descubriendo lo que Dios quiere de uno. A la verdad yo nunca anhelé ser pastor, pero como Dios dice que los pensamientos míos no son los de él. Y él ya tiene planeado lo que va a hacer con uno. Dios me llamó a través de un hermano que también fue pandillero y que hizo un ministerio con ex pandilleros y me puso como líder de ese ministerio donde vamos a predicar a las clicas. Entonces entendí que Dios quería que yo abriera esta iglesita para predicar a los pandilleros.
—Will, para ir finalizando ¿Cuál cree usted que es la solución para frenar la violencia que generan las pandillas?
—Pues predicar a Cristo ahí donde la pandilla predomina. Y eso hacemos nosotros, vamos a los pandilleros.
—Si tuviera la oportunidad de regresar al pasado ¿Qué cambiaría de su vida?
—Tantas cosas que quisiera cambiar. Me gustaría evitar todo el daño que le hice a mi familia, a mi mamá y a la gente que dañamos. Pues, a la verdad, la gente me tuvo miedo por la clase de persona que yo era. Y estoy tratando verdad, que a las personas que les hice daño, a través del evangelio,  acercarme a ellos y que tal vez me perdonen por todo lo que hice. Así que si tratara de arreglar algo de mi pasado es hacerme pandillero. Es que uno en la pandilla solo ve desprecio, odio, venganza, cárcel y muerte.