Hace unos días leyendo el libro "Acción e ideología" de Martín Baró, me llamó la atención una pequeña historia que se cuenta acerca de cómo la gente tiene una actitud muy dispuesta a creer en algo y sostenerlo a pesar de ser erróneo. Espero que tú y yo no seamos unos creyentes tontos, como los de la historia. A veces hay que cuestionar lo que creemos y a quienes nos han dicho que debemos creer así.
Que nadie te engañe, cuestiona la biblia, al pastor o cura, cuestiona la política y a los gobernantes (sean de derecha o izquierda). Jamás te cases ciegamente con una ideología política o con alguna doctrina que te enseñaron en la iglesia.
Y si vas a creer en algo, que sea porque has reflexionado y no porque alguien te dijo que deberías creer en eso.
Aquí la historia:
"En un día de septiembre de los años 50, aparecía en un periódico de Chicago la noticia de que, de acuerdo a las predicciones de una señora llamada Marian Keech, la ciudad sería arrasada la noche del 20 de diciembre por una gran inundación del lago junto al que se extiende. La señora Keech afirmaba que este era uno de una serie de mensajes que había recibido de seres superiores procedentes del planeta "Clarion".
Keech había informado a sus amigos, vecinos y cercanos sobre sus visiones, y alrededor de ella se había constituido un grupo de creyentes. A la víspera de la inundación, los fieles se reunieron en casa de la vidente, pues se les había dicho que antes del desastre, un platillo volador vendría a recogerlos. Sin embargo, y a pesar de la prolongada espera, no apareció ningún platillo volador y tampoco hubo tal inundación.
Los hechos contradecían palmariamente el mensaje principal de la señora Keech y mostraban la falsedad de las creencias sustentadas. ¿Llevaría esto al grupo de creyentes a abandonar esas creencias?
Finalmente, horas después del momento en que debían haber ocurrido los hechos enunciados, la señora keec se presentó de nuevo al grupo afirmando ser portadora de un nuevo mensaje: por mediación de la vidente, los hambres habían sido eximidos de la tragedia y se les había salvado.
El mensaje salvífico produjo gran alivio y gozo entre los creyentes, que a partir de ese momento se dedicaron a convencer a propios y extraños sobre la veracidad de las creencias transmitidas por la señora Keech".
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