En esta oportunidad te contamos algunas curiosidades sobre la Ministra de Salud, María Isabel Rodríguez, que quizás no sabías. Además no tuvimos censura para denunciar junto a Rut Padilla, de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, cómo en nuestras iglesias todavía se relega a un segundo plano a la mujer. Concluimos que ni siquiera la iglesia tiene derecho a excluir a la mujer.
¡Que lo disfruten!
Y para los que quieren leer la entrevista que hice a la ministra de Salud... ¡Acá se las dejo completa!
MARÍA ISABEL, LA MUJER DETRÁS DE LA MINISTRA
La historia de la doctora María Isabel Rodríguez, una de las mujeres más destacadas en la historia de El Salvador, comienza realmente con la historia de otra mujer, su madre.
La madre era una muchacha muy tímida. Quizá se quedó en primer año de secundaria. Estudiaba en un internado de monjitas, y en las vacaciones la mandaban a una finca del esposo de una prima. Este hombre era un abogado conocido en el país y muy respetado. En una ocasión, este hombre se aprovechó de ella y como consecuencia nació María Isabel Rodríguez. Él jamás se hizo responsable de María Isabel, y ella se convirtió en madre soltera con la ayuda de sus dos hermanas mayores.
***
Hoy, casi un siglo después, nos encontramos a la entrada de la oficina de la ministra de Salud, María Isabel, quien nos ha atendido amablemente desde un primer encuentro.
—Esperen un momento —nos dice, mientras nos sentamos a la mesa grande de su despacho esperando que termine de firmar unos papeles que su asistente personal le ha traído.
Su sonrisa la delata, parece que le encanta hablar sobre su vida. Nos mira y nos dice que está lista.
Después de las formalidades y agradecimientos por su espacio en la agenda para nosotros, comenzamos a sumergirnos en una de esas conversaciones que uno nunca olvida. El ambiente comienza a transformarse y de pronto todos los que estamos en la sala nos sentimos como nietos sentados en el regazo de una abuela muy sabia que goza contar esas anécdotas de los hitos salvadoreños en que ella a veces fue testiga o los vivió en primera persona.
—Así que sobre su padre no tiene muchos recuerdos… —afirmamos.
—Esa historia me causó repugnancia, repulsión en algún tiempo. Fue un político que incluso fue, creo, perseguido en tiempos de Martínez, pero no me movió, tampoco despertó en mí sentimientos de padre. Yo me sentí unida a mis tías y madre, incluso me gusta decir que tuve tres mamás por mis tías.
—¿Y tuvo una niñez feliz?
—Sí, a pesar de no vivir con mi padre y que mi madre fue soltera, sí fui una niña feliz. Una niña feliz con tres madres. Es más, mi tía María Isabel, se convirtió prácticamente en la que me representaba. Incluso cuando había algo que resolver, mi madre me mandaba con ella. Es que era la fuerte.
María Isabel nos cuenta que vivió su niñez, adolescencia y probablemente cuando inició su carrera universitaria, en el Barrio La Vega. Un lugar que recuerda como interesante y donde vivían familias de clase media, educadas, y con hijos que fueron a la universidad. Su tía tenía una tienda muy fuerte que abría a las cuatro de la mañana para recibir la leche y venderla después para el desayuno.
Por aquellos entonces, la familia de María Isabel anhelaba que estudiara en un colegio católico para niñas, pero ella quería estudiar en un Instituto Nacional -INFRAMEN- que era mixto, donde niñas y niños estudiaban juntos.
—Yo misma hice el trámite para ingresar al Instituto —nos confiesa—. Tenía buenas notas y apliqué. Poco tiempo después recibí el primer telegrama, y eso fue escándalo en mi casa —se ríe disfrutando el recuerdo—. Mi mamá me dijo ‘hay que decirlo a Isabel’.
—¿Cuál fue la reacción de su tía Isabel?
—Fue un escándalo. Es más, pasó algo muy gracioso. Mi tía, la mayor, decidió irse de la casa con sus hijos porque mi otra tía, Isabel, autorizó que yo fuera al Instituto Nacional.
Entre las anécdotas de su paso por el INFRAMEN, nos cuenta que para ese entonces estaba militarizado. Y a veces, hasta los trataban como en el cuartel, eran muy exigentes. Tan exigentes que incluso llegaron, los alumnos, a tener un poco de resentimiento.
—Usted es una mujer de izquierda ¿en el Instituto no lograron permear su pensamiento?
—Eso es lo curioso. Lejos de influir en mí, aunque me gustaba la educación que se impartía y el uniforme tipo militar que usaban las muchachas, me crearon cierta repulsión.
Ya para sus días de ingresar a la universidad tenía 19 años. Muy pocas mujeres se habían inscrito en Medicina, porque la mujer no tenía muchas oportunidades en los comienzos de la década de 1940. El decano Salvador Rivas Vides le advirtió tajantemenete: “Esta carrera no es para mujeres. Mire, ahí está Videla que tiene ya varios años en la carrera y nunca sale. Hay otras cosas que ustedes las mujeres pueden hacer mejor en la vida. Renuncie”.
Naturalmente, y como una de sus características es ser muy persistente, hizo caso omiso a las advertencias del decano. Cuenta que sus días en la universidad fueron agradables. Tuvo la suerte de tener compañeros que la estimaban.
Fue por esos años que se dio un hecho histórico, la huelga de los brazos caídos que terminó derrocando al presidente Maximiliano Hernández Martínez después de 13 años en el poder. Ella, formó parte de los que en la clandestinidad distribuían el folleto “Opinión Estudiantil” y también municiones a los que estaban refugiados en la embajada de Guatemala. Posteriormente estuvo entre la dirigencia de “AGEUS”.
Su carrera la finalizó en 1949, contra todo pronóstico, justo en el tiempo. Y nunca reprobó una materia. Ya por esos entonces también tuvo la oportunidad de viajar becada a México y estudiar su postgrado. Fue en México donde confiesa tuvo su primer amor.
—Mi primer noviazgo formal lo tuve hasta… no, creo que mi dedicación al estudio interrumpió eso en mí. Quizá lo más serio ocurrió en México donde incluso me iba a quedarme. Es que él era un tipo brillante, un investigador muy bueno, pero algo pasó por parte de nuestras familias y yo estaba interesada en regresar a El Salvador. Entonces, allí, la distancia y las dificultades fueron buenos consejeros. Sin embargo, nos encontramos con Victor Sutter y nos casamos. Pero ya era tarde, yo estaba en una época muy buena de mi vida, vino la intervención militar a la universidad en el ‘72 y yo tuve que irme a iniciar una carrera con la Organización Panamericana para la Salud, y mi esposo terminaba su carrera en la OMS y venía decidido a quedarse en El Salvador, pero no coincidimos. Así que nos fuimos contra su voluntad a México, y a los cinco años de tener una vida agradable, de un problema cerebral falleció. No pudimos tener hijos. Entonces yo me envolví más en mi carrera loca de la Organización Panamericana y los años pasaron. Murió en el ‘74 y yo regresé a El Salvador en el ‘78
—Doctora, sabemos que usted conoció a Fidel Castro ¿Cómo fue eso?
Justo en ese instante, sin sentirlo, el reloj ya había caminado más de una hora durante la entrevista. Sumergidos en la plática y admirando su memoria que recuerda con detalles cada escena de su vida, el tiempo nos comió. El asistente personal de la doctora se sienta a un extremo de la mesa y con cierta pena interrumpe: “Ya es hora de asistir al evento…”.
Ella se lamenta y nos dice:
—Tengo un compromiso. Pero no quiero que se vayan sin la historia completa. ¿Qué les parece si los agendamos para este jueves?
—Claro, si no es mucha molestia.
—No para nada, si se van así, van a creer que me quedé en México jajaja —ríe.
Se levanta de la silla, se pone su chaqueta rosada que es parte del traje que anda puesto ese día. Nos abraza y nos besa. Nos despide como una abuela cariñosa y nos lanza una vez más la advertencia: “Nos vemos el jueves”.
***
La imagen personal de la ministra no es mera causalidad. Ella cuida sus uñas, su maquillaje y su vestuario. Foto Pax/Mario Beltrán
El jueves por la tarde llegamos una vez más, puntuales. Nos manda a decir que esperemos en recepción unos minutos.
Por la puerta de su despacho sale ella, elegante, de 157 centímetros de altura, con pómulos pronunciados y rosaditos. Una sonrisa adorable, bajo esos ojos marrones cubiertos por sus lentes. No mandó a nadie, ella misma salió a recibirnos y darnos una noticia.
—Cuánto lo siento. Estuve por varios minutos queriendo escapar de un compromiso que tengo a esta hora para continuar con la entrevista. No pude. Espero lo comprendan y podamos vernos pronto.
***
Dicho y hecho. Pronto se dio la oportunidad de continuar la entrevista con María Isabel, una mujer destacada en la historia salvadoreña, galardonada en México con el premio al mérito en Salud Pública, y que en su sencillez ayudó a pacientes de escasos recursos en el Hospital Rosales. Dice que a Fidel Castro ella misma le dijo que dejara de fumar y que él lo hizo.Hay tantas cosas por contar sobre ella que lo mejor sería escribir un libro sobre su paso por Venezuela, Cuba, República Dominicana, Washintong, México….
Durante el conflicto armado en El Salvador ella contaba con un pasaporte diplomático, gracias a la OPS, que le permitía viajar por toda la región sin registros, y cree que aún no es el tiempo para que el país conozca esa etapa de su vida. Estuvo presente en la ceremonia de los Acuerdos de Paz.
Ya para 1999, saltando varios anécdotas interesantes de su vida, es elegida la primera mujer rectora de la Universidad de El Salvador. Tuvo, como casi siempre, detractores y defensores. Entre los defensores, figuran Paolo Luers, el alemán periodista que escribe para el “Diario de Hoy”.
Entre sus detractores hay muchos, empezando por aquellos que decían que una mujer de 77 años era ilógico que estuviera al frente de la única universidad pública del país. Pero eso no era nada ante la polémica que desató cuando bajo su rectoría la universidad hizo los trámites para un préstamo por $25 millones al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con el propósito de echar andar un Proyecto de Fortalecimiento.
Lo cierto es que la UES durante su rectoría por partida doble, tuvo la mayor cantidad de estudiantes inscritos en su historia, tuvo el presupuesto más alto y además los profesores llegaron a ganar mucho más que antes.
Al salir de la rectoría ella quería reconciliarse con el cine, la cocina y muchas otras cosas más. Pero nunca se imaginó que todavía le esperaba una etapa de trabajo más, al frente del Ministerio de Salud de El Salvador.
Desde el inicio de la gestión del presidente Mauricio Funes ella se convirtió en la primera mujer Ministra de Salud de El Salvador. Un cargo que le exige estar de turno los 7 días de la semana y las 24 horas del día. Incluso, la gente que trabaja muy cerca de ella nos confesó que hay noches que se marcha de la oficia a las diez de la noche y el siguiente día llega muy temprano.
—Considero exitosa esta etapa de mi vida al frente del Ministerio de Salud, el período está lleno de satisfacciones. Pienso que se ha hecho mucho, por lo menos nosotros dejamos cerca de dos millones de salvadoreños completamente satisfechos del trabajo realizado. Y el resto de salvadoreños pueden decir que todos y cada uno en alguna forma han recibido algo. Establecimos al Ministerio de Salud como una verdadera red que le va a proporcionar la atención de calidad que necesita el individuo. Y eso es lo que hace la diferencia con otros proyectos.
Nos explica que antes se crearon unidades de salud donde el médico llegaba una vez por semana, pero hoy tienen a los médicos viviendo ahí, en las zonas rurales.
—Me han criticado diciendo que estamos gastando el dinero en las zonas rurales y descuidando los hospitales, ellos piensan que solo los individuos de la capital se enferman. Pero nosotros le apostamos a una atención con igualdad y calidad.
En esta etapa de la entrevista nos comenta que salud y educación deben ser los ejes del desarrollo humano. Afirma que los economistas han planteado que el presupuesto del país debería ser distribuido en tres tercios: Salud, educación y el resto.
—No podemos educar a la gente enferma, por eso la salud es tan importante. La educación es indispensable para que el individuo pueda contribuir a que todos estén sanos. Todo el componente social debe dar la posibilidad que todos estén sanos.
***
—¿Qué va hacer la ministra después de su gestión?
—Tengo proyectos en el campo de la educación, el campo de la salud internacional con abordajes diferentes. Estos eran proyectos que estaban en marcha en la OPS antes de ser nombrada ministra. Estoy esperando que esto termine para dedicarme a lo mío.
—¿Qué mensaje le daría al próximo ministro?
—Primero no olvidarse para nada de las poblaciones más vulnerables del país. Segundo pensar que este país necesita de un desarrollo tecnológico puesto al alcance de todos.

Una de las cosas que más le agrada es platicar sobre su vida personal.
—Ministra, todavía tenemos unas cuantas preguntas. Pero son del tiro al plato, rápidas y de respuestas cortas. Más bien son curiosidades que queremos satisfacer. ¿Lista? ¡Aquí vamos! ¿qué cosas la enfadan?
—Jajaja —se ríe— me enfada la corrupción, la falta de compromiso y la traición.
—¿Qué cosas la alegran?
—Me alegran los jóvenes. Tengo una debilidad por los niños con talento avanzado que muestran capacidad de producir para nuestro país.
—¿Qué libro recomienda que los salvadoreños deben leer antes de morir?
—Es una pregunta difícil porque quisieran que leyeran todos. Pero quisiera recomendar los libros de la “Educación liberadora” y se me vienen un chorro más.
—¿Qué mujer la inspiró en la historia?
—Me regalaron un libro, por un profesor de literatura, es la vida de Madame Curie. Me dijo “María Isabel recuerda siempre que una mujer puede lograr en el mundo todo lo que quiera”.
—¿Practica alguna religión?
—Fui muy católica. Desde muy pequeña enseñaba catecismo. Después me dediqué a estudiar religión. Pienso que entendí la religión. Pero comencé a entrar en dudas y no quise ir a misa. Mi tía Isabel decía, por ejemplo, si se me caía un plato, que era por castigo de Dios y cositas así. Tuve una actitud de rebeldía contra la religión que yo había defendido. Me fui alejando de la religión. Aquí entre nos, no practico la religión. Me considero laica, con respeto de la vida religiosa.
—¿Come pupusas?
—Claro que sí.
—¿Cuáles?
—Las de queso me gustan.
—¿Qué mensaje le daría al próximo ministro?
—Primero no olvidarse para nada de las poblaciones más vulnerables del país. Segundo pensar que este país necesita de un desarrollo tecnológico puesto al alcance de todos.
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Una de las cosas que más le agrada es platicar sobre su vida personal.
—Ministra, todavía tenemos unas cuantas preguntas. Pero son del tiro al plato, rápidas y de respuestas cortas. Más bien son curiosidades que queremos satisfacer. ¿Lista? ¡Aquí vamos! ¿qué cosas la enfadan?
—Jajaja —se ríe— me enfada la corrupción, la falta de compromiso y la traición.
—¿Qué cosas la alegran?
—Me alegran los jóvenes. Tengo una debilidad por los niños con talento avanzado que muestran capacidad de producir para nuestro país.
—¿Qué libro recomienda que los salvadoreños deben leer antes de morir?
—Es una pregunta difícil porque quisieran que leyeran todos. Pero quisiera recomendar los libros de la “Educación liberadora” y se me vienen un chorro más.
—¿Qué mujer la inspiró en la historia?
—Me regalaron un libro, por un profesor de literatura, es la vida de Madame Curie. Me dijo “María Isabel recuerda siempre que una mujer puede lograr en el mundo todo lo que quiera”.
—¿Practica alguna religión?
—Fui muy católica. Desde muy pequeña enseñaba catecismo. Después me dediqué a estudiar religión. Pienso que entendí la religión. Pero comencé a entrar en dudas y no quise ir a misa. Mi tía Isabel decía, por ejemplo, si se me caía un plato, que era por castigo de Dios y cositas así. Tuve una actitud de rebeldía contra la religión que yo había defendido. Me fui alejando de la religión. Aquí entre nos, no practico la religión. Me considero laica, con respeto de la vida religiosa.
—¿Come pupusas?
—Claro que sí.
—¿Cuáles?
—Las de queso me gustan.
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