viernes, 4 de abril de 2014

7 pecados

Llegué tarde. Nunca lo había hecho, pero pensé en que el tiempo que me quedaba lo iba a aprovechar.
Me saludó como siempre: con un abrazo más cálido que el sol del medio día;
Siempre gratificante.
-¿Por dónde empezamos?
-Hay tanto, que donde usted quiera. Conteste con la misma incertidumbre de siempre.
-¿Hay un tema en específico, cierto? me dijo como leyendo en mis pupilas el cometido de la visita. Continúo en calma, -Dímelo, estoy para escucharte…

Tome una bocada de aire, como queriendo llenar mi pulmones del aire suficiente para resumir 6 meses de vida en una hora.
-Hay un tema que me ha rondado estos días… comencé titubeante, entretejiendo la forma de cómo soltar semejante historial a una persona pagada por el gobierno. Siempre me han gustado los vinos muy bien añejados, no sé por qué pensé en probar el de cocina, me dejó un malísimo sabor, y con más sed de la que tenía antes…

Seguía hablando, iba como a 160 km/h no me detuve, no podía hacerlo. Hacia tiempos esa necesidad por expresar todo me consumía, me carcomía el alma, las entraña, mi ser…
-Estábamos los dos… bueno los tres… Por un momento pensé en no decir todo, pero no podía, debía sacarlo; así que solo omití ciertos detalles un tanto irrelevantes.

A mitad de la larga historia me interrumpió, necesitando detenerme, pero más bien creo que pensó, que la historia había terminado. Me miró con una calma pasmada, y me dijo:
-¿Te das cuenta que todo lo que haces es un comportamiento autodestructivo?
Reír fue mi reacción, e insolentemente dije: -Si
Me miro nuevamente con tranquilidad agobiante:
-Necesitas parar... debes parar...

Yo continúe riéndome, inexplicablemente parecían las palabras no penetrar mi alma como en ocasiones anteriores. Ella lo notó. Y me dijo queriendo apelar a mi espíritu: -Ponte a cuentas con Dios....
La volví a mirar y le dije: -Precisamente no me quiero poner a cuentas con Dios, por lo menos no aún…
El silencio lleno la sala, como queriendo tapar el sacrilegio que acababa de cometer; en realidad, sólo lo amplificó.
Volvió a verme, movió la cabeza y antes que produjese ella otro sonido, la interrumpí ferozmente, -No he terminado, aun me faltan tres más…

Me paré... empecé a dar vueltas por el pequeño espacio entre las sillas y continuaba hablando de lo que había hecho.... Ella, seguía escuchando y anotando. Me volví a sentar cuando intentó hacer que reflexionara...
-Uno, fue juego de niños, el otro pues, aunque en el monte más alto hubiese estado la cúspide de su existir, no hubiese envuelto de la misma manera como aquel al que la pasión le mueve la punta de los dedos.

Con la misma calma continúo escribiendo, calma que provocaba en mí un desorden peor que el de un terremoto.
-¿A qué se debe tu cambio tan radical? ¿Hay alguien que este influenciándote a hacer cosas que no quieres?

Un tanto indignada y ofendida, moví la cabeza negando las preguntas. Hice una pausa y contesté: -No sé… pero no quiero seguir y mucho menos quiero parar.
Se desató en mí un conflicto aun más grande del que ya llevaba, sólo masifico la guerra entre mis neuronas y las hormonas.

Con recelo no paraba de analizar el por qué de su tranquilidad, creo que porque estoy siempre predispuesta a que me juzguen, a que con el dedo me digan que estoy haciendo mal; es tanto, que cuando noto pasividad, una sobredosis de preguntas me ahoga a modo de paralizarme.

El tiempo se nos terminó... y sus palabras finales, fueron las más inesperadas de toda la sesión: -habla con tu hermana, ella sabrá que hacer para eliminar de tu vida la sombra de tus siete pecados.
Los ojos compasivos tras las gafas de experiencia me conmovieron, quería seguir hablando, pero el gobierno debía cerrar. Aun espero la próxima sesión, solo confío en que para la siguiente serán menos pecados y ya no los mismos.

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