Les comparto el audio y guión que grabamos para REC, en nuestro más reciente programa sobre la violencia contra la mujer en la iglesia.
Yo no tiro la piedra
Guión (REC Gospel)
Narrador (con voz elegante, de presentador) REC Gospel, el programa de los héroes y heroínas como tú, presenta: Yo no tiro la piedra
Narrador Los dos hombres que arrastraban a la mujer, se abrieron paso y la dejaron caer en medio de todos, boca abajo, con las rodillas sangrando y el cuerpo lleno de salivazos y magullones. Uno de ellos, con un gesto de desprecio, le puso el pie derecho sobre la cara apretándosela contra las piedras del suelo.
Locutora 2 - ¡Que muera, que muera! ¡A la muerte con ella!
Locutor 1 - ¿Que no eres tú Jesús? ¡Pues échale pronto la maldición para que el diablo se la trague de un bocado y se vaya derechita a los infiernos! Vamos, ¿qué estás esperando? ¿No dicen que tú eres profeta? Pues habla, responde: ¿por qué no la maldices?
Locutora 2 - ¡Que muera, que muera! ¡A la muerte con ella!
Narrador Jesús se acercó al grupo de vecinos que chillaban y amenazaban con el puño.
Jesús - ¿Dónde está el marido de esta mujer?
Marido - ¡Aquí estoy! Yo “era” el marido de esta tipeja. Ya la he repudiado. ¿Qué quieres tú?
Jesús - Quiero saber lo que ha pasado. ¿Te había engañado otras veces?
Marido - Claro que sí. Ella lo negaba, pero dicen que más pronto descubren al mentiroso que al cojo.
Jesús - Y dime, ¿cuántas veces crees que te ha engañado?
Marido - ¿Cuántas? ¡Y qué sé yo! Tres, cuatro, cinco veces…
Narrador Entonces Jesús se agachó y escribió con el dedo en la tierra tres, cuatro, cinco rayitas…
Jesús - ¿Qué más tienes contra ella?
Marido - ¡Primero se te gasta el dedo que llevar la cuenta de las fechorías de esta rmujerzuela!
Narrador Un viejo de mirada maliciosa se inclinó, tomó una piedra del suelo y se la dio a Jesús.
Locutora 2 - ¡En la cabeza, pégale en la cabeza como a las culebras!
Locutor 1 - ¡Machácala, machácala!
Narrador Jesús tenía en su mano la piedra y la sopesaba mirando a la mujer que seguía tendida boca abajo, en mitad de la calle.
Jesús - Lo siento, amigos, pero yo no voy a tirarle la piedra. Si alguno de ustedes se considera limpio de pecado, que venga y se la tire.
Narrador Entonces otro viejo, de vientre abultado, se acercó a Jesús.
Viejo - Dame la piedra. Yo se la tiraré. Hay que cumplir la ley de Moisés. Y la ley condena el adulterio.
Jesús - Ojalá no te rebote en la frente, como a Goliat.
Viejo - ¿Qué quieres decirme con eso?
Jesús - Escucha… Así, entre nosotros, en confianza, ¿a cuánto interés prestas tu dinero: al diez, al veinte... quizás al cuarenta? Eso también está condenado en la ley de Moisés, ¿verdad, amigo?
Narrador Jesús clavó su mirada como un cuchillo en los ojos de aquel viejo gordo que ya levantaba su mano para arrojar la piedra sobre el cuerpo desnudo de la mujer.
Jesús - Está prohibido estrangular a los desgraciados que no pueden pagarte los préstamos a tiempo, ¿verdad, amigo?
Narrador La piedra resbaló de la mano del viejo que dio media vuelta y se escabulló entre la gente.
Locutora 2 - ¿Qué le pasó a ése? ¿También se echó para atrás?
Narrador Jesús se volvió de nuevo a la multitud, que esperaban impacientes.
Jesús - ¿Quién quiere tirarle la primera piedra a esta mujer?
Locutor 1 - Yo, dámela a mí. Si hay algo que me repugna en esta vida es la infidelidad... ¡Asco de tipa!
Narrador Un hombre alto y arrogante se acercó a la mujer.
Jesús - Oye, amigo, ¿cuál es tu oficio?
Locutor 1 - ¿Mi oficio? Comerciante. Tengo una tienda de alimentos junto a la Puerta del Ángulo.
Jesús - Y a lo mejor tienes dos balanzas en tu comercio, una para pesar lo que compras y otra para pesar lo que vendes. ¿Cuántas tienes tú…? ¿Una o dos?
Narrador El vendedor abrió la boca para responderle a Jesús, pero no dijo una palabra. Luego retrocedió y se disimuló entre la turba.
Jesús - Y tú... por la cara debes ser abogado o juez. Juez de los que juzgan en el Gran Consejo. Y dime, amigo, ¿cuántos denarios te ponen bajo el asiento para que digas que el terrateniente tiene la razón y la viuda es la culpable? ¿Quieres tirar tú la primera piedra…? Y tú, ¿piensas que mirar con lujuria a las mujeres que caminan por la calle es justo? Y tú... tus manos son de médico. Vamos, toma la piedra, tírasela tú. No importa, si esta mujer vive en una comunidad pobre... Tú nunca vas por esas barracas de adobe, ¿verdad? Todos tus clientes son del barrio alto porque ellos sí te pueden pagar, claro…
Vecino - ¡Basta ya de tonterías! Esta mujer es una pecadora. Tú mismo anotaste sus delitos con esas rayas en la tierra. ¡Y mira cuántas hay!
Jesús - ¿Y por qué te fijas tanto en todas estas pajitas en el ojo de ella y no ves el tronco que hay en tu propio ojo?
Vecino - ¡Pajitas! ¡Esta mujer ha cometido el más grande de los pecados, el adulterio!
Jesús - Mayor adulterio es ver a los sacerdotes del Templo coqueteando con los gobernantes que oprimen al pueblo, y nadie les tira piedras. Mayor adulterio es ver a los servidores de Dios sirviendo a Mamón, el dios del dinero, y nadie levanta el dedo contra ellos. ¡Hipócritas! Escóndanse en las cuevas de los montes porque el Dios de Israel está al llegar y les va a echar mano y los dejará en cueros igual que ustedes hicieron con esta mujer. Porque con la medida con que midieron a los demás, con esa misma los medirán a ustedes.
Narrador Jesús se agachó y no dijo una palabra más. Con la mano extendida alisó la tierra donde había ido marcando las acusaciones contra aquella mujer sorprendida en adulterio.
Pedro - ¡Caramba, Jesús, los dejaste sin palabras!
Jesús - Es que parece, Pedro, que el único pecado que existe para ellos es el adulterio y peor si lo hace una mujer, es más, casi todo lo que hace una mujer es pecado para ellos. Se pasan la vida escudriñando estos pecados y ahí sí cuelan hasta el último mosquito, hasta los malos pensamientos, uno a uno. Y los grandes camellos, los grandes abusos contra los pobres, les pasan por delante y ni se enteran.
Narrador Pedro se inclinó sobre la mujer que seguía tirada en la calle…
Pedro - De buena te libraste tú, ¿eh? ¿Cómo te llamas?
Juana - Juana... pero yo... yo...
Jesús - Vamos, no llores. Ya todo pasó. Tápate con este manto, anda. Cálmate, mujer. Nadie te va a hacer nada. Abre los ojos, mira… ¿Dónde están los que te acusaban? Ninguno te condenó. Y Dios tampoco te condena ni te tira ninguna piedra. Fíjate, todo está borrado ya. Todo.
Narrador Pedro y Jesús levantaron a Juana del suelo y la acompañaron de vuelta a su casa, por la calle del acueducto, la que da al barrio de los aguadores, cerca del Templo santo de Jerusalén.
Narrador Rec Gospel, el programa de los héroes y heroínas como tú, presentó “Yo no tiro la piedra”



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