En el hospital psiquiátrico hay una ala para personas que han cometido delitos y que por haber sido comprobado su mal estado mental los han recluido en ese lugar y no en un centro penitenciario. El lugar es confuso, no se logra entender si se trata de reos o pacientes. Es que la verdad, no se entiende si es una cárcel o un hospital, por la forma en que pasan los días estas personas.
Cada paciente —¿reo?— está ahí por algún delito grave como matar, violar o algunos similares. Cada uno tiene una historia, a veces sangrienta. Y Silvio no es la excepción.
"Silvio es tan serio, tan grave. Es barbado y fácil de provocar. Silvio habla siempre en diminutivos y ha inventado su propia muletilla: «ito». Cuando la usa para hablar con alguien significa que ese alguien ha sido de su agrado. Ito quiere decir «amiguito». Le gusta contar que cerca de su cantón había tres canchas de fútbol. Le gusta que lo abracen. En el cantón donde vivía, un pastor tuvo la ocurrencia de exorcizarlo para sacarle los demonios que lo perjudicaban. Silvio lo mató a machetazos (1)".
Silvio no está endemoniado, está enfermo mentalmente. El pastor, con buena intención, quería "liberarlo" pero a cambio consiguió su propia muerte. Y con su muerte también asesinó la libertad de Silvio.
Muchas historias similares surgen en los círculos evangélicos, se piensa que los demonios entran en las personas y las poseen. No estoy diciendo que no exista esa posibilidad, pero sí estoy diciendo que la mayoría de veces las personas a las que tildamos de endemoniadas realmente tiene problemas mentales.
Teólogos modernos proponen que en los tiempos de Jesús, como la medicina no estaba tan desarrollada como hoy, las personas al no encontrar razones de actitudes extrañas en otros decían: "demonio tiene", entonces Jesús no sacaba demonios sino sanaba enfermedades mentales. Pero esto es algo que cada quién debe reflexionar y sacar sus propias conclusiones.
El meollo del asunto que nos ocupa esta oportunidad es tener cuidado de no andar exorcizando por doquier. Antes de hacer eso hay que investigar mucho y sobre todo orar. No sea que al final seamos más locos los que andamos exorcizando que los exorcizados.
Me contaba Rebeca Posada, una amiga estudiante de Medicina que tiene turnos en el hospital psiquiátrico, que se sorprende ver a tantos pacientes que la religión los ha hecho tan fanáticos que han terminado confinados en ese hospital.
Salgamos de la religión, es el opio de los pueblos. Pero vengamos a Dios.
(1) Crónicas Negras, "La caverna de Choreja". Carlos Martínez. Pág 108.
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