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La historia de la humanidad está llena de escenas violentas y guerras injustificadas. La sangre ha teñido, manchado y perjudicado las vidas de muchas personas.
Allá en el tiempo de la conquista e invasión de los españoles en nuestro territorio, se dieron muchos abusos, maltratos, tortura y muerte. La imposición y la fuerza sobre los más débiles fue el inicio de nuestros pueblos.
Culturalmente se impuso el abuso a la mujer, la poligamia y la infidelidad. Siempre que hubo debilidad, vulnerabilidad e ignorancia, también hubo quienes se aprovecharon de eso.
La riqueza, el poder, la posición social o religiosa, fueron utilizadas como excusa para imponer la voluntad sobre los demás y sin ninguna consecuencia.
Después de lo que hoy conocemos popularmente como “independencia”, los gobiernos experimentaron con frecuencia violencias que los instauraron y destituyeron. Los golpes y contragolpes fueron el ciclo de los gobiernos en el pasado. Mientras tanto, la fuerza y el abuso se legalizaron para despojar a las personas de sus tierras.
En la modernidad, el militarismo irrespetó los derechos de los ciudadanos. La reacción fue igualmente violenta y agresiva. En medio de todo, la fuerza también fue constante contra la mujer, la niñez, las personas de la tercera edad, los discapacitados y contra todo aquel que no podía defenderse.
Para 1992 se firmaron los acuerdos de Paz que pusieron fin a la guerra civil que había cobrado la vida de forma violenta a más de 70 mil salvadoreños. Sin embargo, a pesar de que el conflicto armado había terminado, la paz no se hacía presente en el país.
Nuevas formas de violencia se fueron conociendo, como el fenómeno pandilleril y su múltiple actividad delictiva. Las armas siguieron sonando y anunciando la muerte de muchas personas. La firma para la PAZ no trajo consigo la PAZ.
En la actualidad se necesita la paz, tanto como se siempre se ha necesitado durante la triste y gris historia de violencia en nuestro país.
El temor a salir de la casa y no regresar, no es paz. Viajar en autobuses con el temor de ser blanco de la delincuencia, no es paz. Laborar con la angustia de ser despedidos, no es paz. La amenaza de encontrar en la calle a gente de reacción inmediata, no es paz. La preocupación de que suban los precios de los combustibles y la canasta básica, no es paz. No tener empleo, no encontrar medicinas, quedarse sin vivienda, el reclamo bancario por una deuda y no tener cómo pagar, no es paz. Todo esto y más, es violencia.
Por eso, y por todas las formas de violencia que existen, es justo y necesario que demos un giro hacia una cultura de paz. Precisamente de eso, de conocer e implementar una cultura de paz en todos los aspectos de la vida, es lo que estaremos hablando en REC, el programa de los héroes como tú.
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